Las primeras expediciones interestelares
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Origen de las expediciones
Las primeras expediciones científicas a otros sistemas solares tuvieron una motivación exclusivamente financiera. Durante el siglo 24 se enviaron veintisiete expediciones sublumínicas, patrocinadas todas ellas por asociaciones de inversores. Ninguno de los capitalistas pensaba conocer el resultado y mucho menos vivir hasta el regreso. Se trataba de operaciones financieras a largo plazo que especulaban con los resultados científicos y colonizadores, vendiendo como futuros los resultados de las expediciones. La apuesta se revendía sucesivamente. Los términos de la inversión, concertados por todos los diversos gobiernos, estipulaban que los planetas descubiertos serían propiedad de las empresas durante doscientos años terrícolas, y que los avances científicos y nuevas materias primas se beneficiarían de exenciones fiscales.
La operación, acordada como tabla de salvación ante una crisis financiera global, era una manera de encontrar un proyecto aglutinante, un nuevo motor que reactivase la economía, y un nuevo producto financiero ante un mercado exhausto, además de una ocupación para millones de parados.
Aunque la explotación de minerales en el Sistema Solar implicaba un gran territorio, los acuerdos buscaban garantizar la no injerencia, problemas de reclamación territorial, etc. Por esa razón, el acuerdo hizo sumamente atractivos otros sistemas, evitando que la colonización humana se limitara a explorar la nube de Oort.
Protomisiones
La primera misión aprovechó el conjunto de desarrollos experimentales y teóricos existentes, que habían cristalizado en un prototipo no tripulado. El gobierno rechazó comprar el proyecto privado, por aquel entonces en bancarrota, pero optó por forzar una venta pública de acciones y respaldarlo con garantías y, de esta forma, convertir el proyecto espacial en un producto financiero. Asimismo, convirtió las patentes y descubrimientos en dominio público, con objeto de rebajar las tensiones entre la Tierra y sus colonias provocadas por la construcción de naves en órbita. Una consecuencia secundaria de esto fue la consecución del wikipismo en la tierra. (Más sobre esto en Historia del Sistema Solar).
La primera nave, una sonda no tripulada, fue enviada al sistema Gliesse 581, escogido por su proximidad y la existencia de múltiples exoplanetas. La segunda nave, copia de la primera y construida por un consorcio público, fue enviada dos años después a Alfa Centauri. El regreso de las sondas tuvo lugar, respectivamente, a los 36 y 12 años de su partida.
La sonda centauri fue exhaustivamente analizada, lo que permitió mejorarla sustancialmente. Veinte años después del primer lanzamiento, se disponía de una técnica modular de construcción orbital en cadena, y se había demostrado la solidez de los productos financieros y la rentabilidad de los descubrimientos y datos experimentales, que permanecían en el dominio privado durante diez años antes de convertirse en públicos.
Multiplicidad de misiones: el reparto del universo
En un alarde de soberbia y audacia, el Concilio de la Humanidad se repartió el Universo visible en áreas de influencia. Aunque el concepto pudiera parecer ridículo, se trataba de evitar un repunte de tensiones por los resquemores hacia el equilibrio de poderes en el futuro lejano, de escenificar un acuerdo generalizado y ofrecer garantías de supervivencia al tratado, que recibe el nombre coloquial de Acuerdo del Concilio o, abreviadamente, el Concilio.
El Gobierno y las colonias acordaron declarar cualquier sistema a menos de cien años luz como propiedad pública de la Humanidad. Esto ofrecía un margen de seguridad notable, no tanto en distancia como en tiempo de viaje, respecto a una hipotética amenaza futura que se generase en un mundo remoto. Este límite se denomina todavía "el Radius del Concilio".
Cualquier misión o proyecto a un sistema cercano tenía que regirse por los principios de aperturismo, transparencia y pacifismo. No se reconocería la independencia de ningún grupo que colonizara cualquiera de esos planetas, y quedarían adscritos una de las potencias planetarias originales. También el Gobierno y las colonias acordaron subastar el derecho de exploración científica a sistemas cercanos, y de enviar expediciones a una lista de lugares próximos de interés científico si ningún consorcio privado lo hacía.
Fuera de estas restricciones, el resto de sistemas y estrellas quedaba abierto a quien tuviera o consiguiera los medios económicos para fletar una expedición. El gobierno ofrecía planos, asesoramiento, garantías económicas y jurídicas, financiación, arbitraje en caso de conflicto, soporte legal y una Promesa, además de vehículos financieros para que las expediciones pudieran buscar padrinos. Al margen de las ayudas a los fletadores, el Gobierno también estipuló unos derechos inalienables a los expedicionarios. Esta salvaguarda, que en la práctica era imposible de ejecutar, tenía por objeto sembrar una jurisprudencia que, en el futuro, pudiera ayudar a resolver situaciones de explotación, esclavitud, secuestro por sectas.
De este conjunto de iniciativas surgieron 27 expediciones tripuladas, 18 de ellas privadas, y 5 misiones no tripuladas, 2 de ellas privadas. Las expediciones a mayor distancia ofrecían mayores beneficios, y mayor riesgo y atrajeron por ello a inversores profesionales.
Los anexos
El Acuerdo del Concilio recogía dos anexos especiales referentes a la posible existencia de formas de vida inteligentes ajenas a la Humanidad. Estas disposiciones cautelares se redactaron sobre una base hipotética en previsión de un encuentro con otras especies, y la intención de los redactores era establecer un cauce que diera salida a dos inquietudes que originalmente pudieran poner en peligro o invalidar el acuerdo. El primer anexo se refiere al reparto del Universo, estableciendo únicamente que, en caso de colisión con otras formas de vida, el acuerdo pudiera verse modificado voluntaria o involuntariamente. El segundo anexo, conocido como la encomienda militar, instaba la creación de una fuerza militar que pudiera defender las áreas de influencia. Se dotaron fondos de investigación y mecanismos de control conjuntos para desarrollar esa fuerza militar futura, sin que ello pusiera en peligro el equilibrio de fuerzas en el Sistema Solar. Las bases de la encomienda militar continúan siendo el fundamento de la fuerza militar de la Totalidad.
La supervivencia del acuerdo
Nunca quedó claro si los firmantes pretendían, inicialmente, respetar el tratado, ni si los futuros gobernantes aceptaron de buen grado tal herencia, pero, de alguna manera, aquel compromiso original se convirtió en una obligación irrenunciable. En los siglos 26 y 32, dos intentos de denunciar algunas partes del acuerdo estuvieron a punto de provocar un severo cataclismo financiero, y quienquiera que no mostrara un férreo apoyo al tratado se convertía en un paria financiero.
Ya en el siglo 36 la mayoría de expediciones habían regresado y los productos financieros habían sido liquidados casi en su totalidad. Por tanto, el condicionante de tal herencia en el sistema económico se diluyó notablemente.
Aparición del motor hiperlumínico
Cuando, en el siglo 32 [hay que cuadrar las fechas con a) la h de piccolomini y b) las edades de Sikander], fue evidente que las expediciones sublumínicas y su esfuerzo científico serían seguramente superados por los avances ocurridos en el Sistema Solar, el sistema financiero estuvo a punto de colapsarse. Nadie había vuelto aún, pero se supo que el viaje superlumínico sería una realidad en setenta y cinco años, y que en siglo y medio sería algo cotidiano. La posibilidad había sido abiertamente contemplada en los planes originales, y aunque la crisis de confianza fue mayor de lo esperado, en líneas generales el plan original funcionó como sus creadores habían previsto.
En ese momento, ocurrieron dos cosas. En primer lugar, la Fundación Baxter inyectó enormes cantidades de dinero para sostener el mercado, pues no en vano la fundación custodiaba el salario de los astronautas y velaba por sus intereses. En segundo lugar, los descubrimientos científicos podían haber quedado desfasados, pero, en un esfuerzo inédito por sostener los acuerdos, todos los gobiernos del Sistema Solar confirmaron la vigencia de los acuerdos territoriales y de propiedad de los planetas descubiertos, por lo que el sistema financiero basado en futuros se sostuvo.
Carrera por el control del plan de futuros
En el momento de lanzarse las naves sublumínicas, las colonias del Sistema Solar eran todavía dependientes de la Tierra. Pero, en el siglo XVIII casi todos los asentamientos eran independientes, la Tierra actuaba como una entidad única, y las diferentes naciones extraterrestres[1] eran, en su mayoría, propietarias de gran parte de las participaciones.
Para garantizar la igualdad de oportunidades, se intentó que hubiera un único proyecto de motor hipersalto, de forma que se controlaran las expediciones y no hubiera ventajas que rompieran el consenso. Un intento marciano por mantener un proyecto de motor secreto fue descubierto y, finalmente, saboteado. La guerra solar se evitó in extremis. Quizá el factor determinante que apartó la amenaza de guerra fue que, aunque el viaje en el Sistema Solar era posible, la intensidad de desplazamientos que requiere una guerra era, en ese momento, excesivamente cara e insostenible. No en vano los conflictos entre la Tierra y sus excolonias se habían librado como una guerra fría por una simple cuestión económica. El debate y la controversia por la declaración de guerra expusieron al gobierno marciano, provocando finalmente su caída ante la opinión pública.
Expediciones de rescate
Se lanzaron 27 expediciones hipersalto, corresponsales con las 27 expediciones sublumínicas. El objetivo, traer de vuelta a los astronautas originales y colonizar de manera inmediata los nuevos planetas para hacer efectiva cuanto antes la inversión primitiva. Las expediciones salieron escalonadamente por tramos, organizados según las distancias que debían recorrer, y manteniéndose una igualdad de oportunidades razonablemente aproximada. De las veintisiete originales, once expediciones no fueron encontradas por la segunda oleada: o se habían apartado de la ruta, ocultado o, simplemente habían perecido. Las 15 expediciones localizadas trajeron a los primeros 1.500 antiguos, la mayoría de los cuales han muerto en el periodo que se relata. Esto incluye las cuatro expediciones que se negaron a regresar e integrarse (véase exiliados y las guerras del exilio. Paradójicamente, sólo una de las sectas radicales devino en amenaza, y las otras tres fueron iniciativas "corrientes" que se radicalizaron en algún momento.
El objetivo de las operaciones de rescate, financieramente muy económicas, es poner un punto final a las expediciones originales y limitar el número de incógnitas: el retorno de un número de antiguos no es necesariamente un problema, pero el Gobierno considera que la posibilidad abierta causa demasiada incertidumbre.
De las 11 expediciones extraviadas, 6 fueron localizadas o regresaron a lo largo de los siglos, la mayor parte en un periodo muy posterior, y dando lugar a los actuales antiguos, inmensamente ricos. A ese tramo corresponde la expedición Kenzaburo, de la que proviene Sikander, aunque no se sabe qué tripulante es exactamente. Se le identificó correctamente, ya que cobró su parte, pero la guerra estalló en Rakh y se perdieron los archivos del comisionado de la Fundación Baxter.
Se han encontrado pruebas de la destrucción de dos expediciones, y de las otras dos no hay noticia. Se especula sobre el hipotético regreso de las dos expediciones en algún momento.
Notas
- ↑ Extraterrestre: Es decir, con origen en la Tierra, y, típicamente, residente en el Sistema Solar. Para referirse a la vida no humana y con origen exterior, el término extraterrestre dejó de emplearse hace 1500 años, y en su lugar se emplea "alienígena". A parte de bacterias y similares, no se ha encontrado nada. Véase también la definición de humano según la revisión del Concilio